Calles de Floridia...
Siete de la tarde.
Se abre puerta.
Sale señora y silla.
.
.Siete y media de la tarde.
Se abre valla.Sale señor y silla.
Ocho y cuarto de la tarde.
Y las sillas ya están todas.
Corrillos.
Solitarios.
Aireadores.
Ojeadores.
Cotilleantes.
Asentamientos nómadas.
Arquitecturas variables.
Floridia, como en muchos otros lugares.
Pero nunca en Barcelona.
Quizás aún, en Bon pastor.
Lugares de reunión improvisada, de observación vecinal, de contemplación ajena.
Y pregunten porque, pero oh melancolía de lo no vivido.
¿Y que pasa en Barcelona?
O pagamos por sentarnos...
O nos sientan en esas sillas públicas pensadas para evitar.
Evitar que duerman.
Evitar que se reúnan.
Evitar acercamientos.
Evitar tocamientos.
Evitar agrupamientos.
Y celebro al Passeig Sant Joan.
Y celebro al despacho de Lola Domènech.
Porque hay quien se sienta de nuevo.
En el espacio público. Agrupando y sin pagar.
Ahora faltan nuestras sillas.
Las que bajan de casa.
Las que deciden un aquí me siento yo.
Las que son paisaje aleatorio.
Las que escogen donde y esperan al vecino.
Las que ayudaban a reunir a lo cercano.
Y me imagino en mi calle.
Con mis vecinos.
Y mi silla.
La calle más fea, más densa, más sucia de Barcelona.
Sería arroyada por tres opciones.
Peatón, coche o humo.
Muerte segura.
Siempre quedarán balcones y whatsapp.
Hola vecino, enviar.
Otra excepción entrañable, la Barceloneta!
ResponderEliminarMuy recomendable un paseito por las calles peatonales como la de Meer para reencontrar esta costumbre olvidada. Le añade encanto la ropa tendida a la altura de los ojos, el tablón de madera que hace de visera en las puertas y tele5 como ruido de fondo.