LAS ARQUITECTURAS DEL QUERER · Unas casas de un pueblo subiendo.



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Estas son: Cosas que se encuentran....
















Afirmo de antemano: Mi percepción de la belleza no se ha visto alterada
Dispongo después: Que no puedo decir que lo que a continuación presento sea feo.
Matizo por último: Es más, me gusta, incluso es bello.  A riesgo de ser tildada o juzgada. Asústense.

Y paso a relatar...

Apareció de repente.
Volviendo de un viaje de explorador.
Una carretera pequeña, sol de los de película cayendo y paisaje de olivos y verdes y marrones.
Poco más. Quizás, un tractor. Pero es de posible invención.

Y aparece el pueblo.

Ordenado.
Bonito.
Cuidado.
Y si, querido.






















Antiguo él. Reglado por la planicie.
Y paramos en el bar de la cortina tupida y los viejetes en silencio.
Cinco, una televisión y los cristales tintados.
Yo me como un croissant. De chocolate.

Y empieza el caminar.
Torcemos por aquí, por allí, foto.
Mira que pueblo viejo.
Mira que pueblo cuidado.

Y de repente lo intuímos.
A los lejos de una calle.
¿Que es eso?
Vamos.

Lo primero.. Cara pasmo.
Silencio y sacamos una cámara.
Retratando sin juicio, sin saber porque.
Click. Click. Click.

Luego aterrizamos.
Los detalles, las molduras, los matices, los tapices, las ventanas, chimeneas.
Increíble. Y sigue faltando el juicio. No podemos decir horror y aparece el porque.
Cariño. Hay cariño. Que cursi palabra. Cariño. Se nota.
El que ejecutó lo hizo despacio. Pensando, tramando, cuidando.
Con cariño.

Si señores. Hizo arquitectura.
La suya. Y además, la de los vecinos.
Habramos las puertas al debate. Que no. Que no nos gusta debatir. Fin.

No podemos añadir más.
Solo presentar.

Y se esboza una sonrisa.
Con matices, faltaría.

Susto.

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