NIEMEYER un perro, Brasilia y unas galletas · Clara Nubiola (2008)





El nombre de Niemeyer me regala tres recuerdos.
Un perro, Brasilia y unas galletas.

La arquitectura, evidente y conocida, la dejo a todos esos blogs que hoy hablarán de él.

Yo aterricé en Brasilia sola.
Era la voluntad.
Alquiler de coche y un hotel anodino de 20 plantas en el -por ejemplo- lado norte shs cuadra 2 b.
Salir del aeropuerto y encontrarse con la ciudad, esa ciudad, entre una maleta y un plano de avión que son calles, fue impacto de soledad.
Nadie caminando, aceras las justas, geometrías perfectas y repetidas y las tiendas ocultas en pasillos concretos.
El hotel uno más, en un lugar más.
















Yo rebelde me declaré paseante.
Distancias kilométricas y sentimiento de nada.
Intentando entender más allá de la arquitectura concreta, bella.
Descifrar que significa "idear una ciudad".
Más allá de las ideas.
Desde lo palpable.
La ciudad pensada nunca fue buena.
Constatación. Nos rendimos al desorden.

La segunda noche de hotel con cama gigante y lavabo estratosférico (era una oferta) surgió una idea.
Era el perro papel. Tu busca amigos descartable.
Me abruma o quizás sonroja presentarlo aquí.
Pero lo hago con cariño.
Es el resultado de Brasilia.
Un perro de cartón.
Que se montaba en un tris.
Con el que salir a pasear.
Por Brasilia.
Para encontrar amigos.
Hasta lo comercialicé.
Una vez en Barcelona.

Fue Brasilia.

Pero también fue el blanco bonito.
Las curvas de Niemeyer.
Los edificios acariciables.
Pero eso es otra historia.

Luego tres años más tarde.
Vino la galleta.
La catedral de Niemeyer.
Construcciones en masa.
Como cada año.
Así fue*


Sea lo que fuera... acompañó inspiraciones.
Esta es mi historia.
Y al fin una palabra, bonito.

Os recomiendo todos los artículos que están publicando hoy sobre Niemeyer en El País*





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