DÍA 10 · Diario de ruta · De ciclismos y tormentas · Matarraña · Matarraña


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Despertar en el camping de los viñedos.
El camping del silencio.
Mirar al cielo. Despejado a medias. Bicicletas y ruta.
Vamos a arriesgar.
Estirar músculos para superar noche de frío y furgoneta con sueños incluidos y a Horta de san Joan.
Allí dejaremos la furgoneta y a la pobre bicicleta de ciudad desmontable de visitante.
No aguantó al viaje y petó.
Nos equipamos con alforja albergadora de galletas, manzanas, tabaco y el dinero para el premio vermut.
40 kilómetros por delante y aseguran que son planos.
Luego nos recogerán.
Empieza.
A la vista, slalom de familias, con bicicletas, gritos y broncas.
Avanzamos. Montañas y paisajes de los bonitos.
El camino, un vía verde, léase una antigua via de tren que han convertido en camino de bicicletas y osados caminantes.
Nos han advertido. Coged luces para los túneles.
Claro. Claro.
Nuestra incipiente lámpara led nos mira como quien avecina que ella sola no podrá.
Primeros túneles iluminados.
Paisaje de barrancos, puentes, ríos y que ganas de bañarse dicen mi forro polar, mi chaqueta y mis 4 camisetas.
Un puente sin iluminación. 50 metros.
Je. Nos burlamos. Otro. Je. Nos reimos.
¿Y para esta chorrada necesitabamos luces?
Y llega él. El túnel.
No se si fueron 200 o 300 o 400 metros.
Oscuridad absoluta.
Dentro grita un niño.
Pero él, tiene lámpara.
Nosotras, no.
Visitante lleva su incipiente led.
Yo quiero presumir de valentía y avanzo a ciegas, sin bajar de las dos ruedas.
Grava, gravilla, piedra....muro.
Primer choque frontal y una mano magullada.
Visitante grita un me mareo y por dios que llegue la luz.
Hay que avanzar.
Nos adelanta un niño iluminado.
Intentamos alcanzarlo.
Otro choque muro.
De aqui no salgo.
Adios sol. Adios mundo.
Una luz.
El final del túnel.
Ahora entiendo la expresión.
Mierda.
Otro túnel.
Más de lo mismo.
Pasamos la catarsis.
De premio. Manzana, príncipes y cigarros con barranco y agua.
Un señor me pide que utilice su cámara para retratarlo junto a si hija.
Lo hago y me digo un mira que niña más valiente.
Contínuamos.
Llevamos 30 kilómetros y cambia el paisaje.
Llega el río y Ebro y con él los naranjos, las masías y un cielo encapotado.
"Creo que va a llover".
Visitante afirma que no.
Una gota. Dos gotas. Tres gotas.
Chubasquero.
10 gotas. 100 gotas.
Los túneles se acabaron.
Vemos gente resguardada.
"Va. Continuamos que ya estamos llegando y tampoco cae tan gorda".
Dicho y hecho.
En tres minutos el diluvio universal nos invade, cala y ataca y veo el arca de Noe pasearse burlesca ante mi.
Tú no fuiste elegida.
El agua me invade.
"Un tunel visitante!! Un tunel!".
Parada y fonda.
10 minutos hasta que el agua cala los huesos y como quien estuviera en Groenlandia luchandos por sobrevivir tras 15 días de travesía, decidimos continuar.
500 metros más allá aparece el pueblo.
Un bar. Queremos un bar.
Llegamos, nos miran, se ríen.
Yo no. Un vermut, soda, berberechos, patatas y aceitunas.
Me siente y creo un charco.
Comemos. Tenemos 30 minutos hasta que venga la furgoneta a buscarnos.
Deglutimos y un cordial caballero nos regala dos rosas.
Es sant Jordi. Ilusión. Lo comparto con él repitiendo la palabra gracias demasiadas veces.
Me gusta sant Jordi.
Llega la furgoneta.
Yo digo a visitante que esto no es el Titanic y que aqui no va a morir nadie asi que nada de dejar paso a niños y mujeres mayores. Tonto el último (por favor no quiero ofensas que luego hay quien se queja).
Al primer lugar de la furgoneta y conversación amena con conductor.
Nos devuelven la compostura, nos tuneamos de pies a cabeza una vez en la furgoneta y a comer.
Las cinco de la tarde. Plato combinado en Valderobles y vuelta al camping secreto.
Libro, vino, libro, vino, libro, vino.
Furgoneta de nuevo.
Pongo cortinas, despliego sábanas y a tiritar.
Fuera, llueve.

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