DÍA 5 · Diario de ruta · Curvas y disecciones · Lécera · Cañamares

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Día ayer.
8.30 en pie.
Intuyo día de carretera así que para contrarrestrar, bicicleta, con culot incluido y así soy más deportista.
Y el garmin. Mi gps rural, nunca perdida, siempre bien.
Hay un gato raro. Yo creo que en otra vida era un hombre.
Cuestión de actitud.
Le digo adios, cierro la puerta. Al salir ya está en el campo.
Creo que me saluda. Nadie más.
Un tractor.
Ruta tranquila y desértica.
Cuando ya estoy integrada en el paisaje, en medio de una nada muy nada y viendo el cruce que me tiene que llevar de nuevo a la carretera, veo dos animales de 4 patas (mi imaginación dice lobos, mi realidad dice perros) corriendo a sus anchas entre prados y algún árbol.
Me convierto en gato. Agazapada y agarrada a mi bicicleta decido que no voy a acercarme al cruce y, viendo el camino delante de mi, decido integrarme en un campo de patatas y cruzar los 100 metros que me separan del nuevo camino campo a través, con cuatro ojos y una piedra en la mano.
No es miedo. Es trauma. Un día me atacó un perro y....y nada. Tengo miedo.
Me salvo y vuelvo al pueblo. Ducha, maletas y día de dejar mi paradísiaco hotel.
Desayuno en el bar de la gasolinera e intento que las dos camareras del este me sonrían.
Imposible.
Desde la terraza veo pasar a un cura en coche con un requiem a toda pastilla y la ventana bajada.
Luego reaparece el gato y un gritador zaragozano que dice que se ha comprado un tractor.
De segunda mano.
Me voy.
Dirección Cariñena pasando por Fuendetodos donde la casa natal de Goya está cerrada porque es lunes y tambien el Horno Goyesco, el estanco de Goya, el restaurante Goyano y la calle Goyana.
La carretera y el paisaje me dicen que estoy autoexpulsándome de mi paraíso lunático.
Paro en el que intuyo el último pueblo "bonito". Voy a comer en una bonita terraza.
Escaleras arriba, puerta robusta de bar. Entro y nadie.
Ruido en la cocina y ,al final de la barra, lo veo.
Dentro de una vitrina, vestido de ropa de cazador camuflado y con un fusil a su espalda, hay un conejo a dos patas. Disecado. Horror. (se adjunta en las fotos).
Le digo a la mujer que sale de la cocina que quiero comer fuera.
Me dice que imposible que está sola en la barra y que no puede con todo.
En el bar, no hay nadie.
Me voy señora.
Y llego a Cariñena. Y si, se acabó el paraíso.
Carreteras grandes, demasiados camiones, árboles a mansalva, gasolineras a granel, bodegas y bodegones y casas de más de 2 plantas.
Dudo. ¿Debo ir a buscar a mis molinos de viento o me vuelvo al paraíso?
Molinos. Era el objetivo aunque intuya el error.
Miro la carretera en el mapa. Vienen curvas. Ahí voy.
Y madre del amor hermoso.
En el camino ocurren cuatro cosas buenas.
Descubrir a Daroca y a Molina de Aragón con sus murallas y castillos. (Daroca 400% recomendado).
Que me atienda y guie el bonito mecánico de un taller.
Observar a las 5 viejitas con pañuelo y silla con las que me cruzo en Gallocanta.
Y encontrarme, después de dos horas conduciendo sin ver a nadie más que a las 5 viejitas arriba citadas, a 4 cometas en lo alto de un monte en medio de la nada.
Una señal de esperanza.
Lo malo.
Curvas, curvas, curvas y más curvas en un paisaje que no es el mío o que, por demasido visto, me aburre.
Pinares a mansalva y rocas y más pinares. El parque natural del Tajo.
Me cruzo con el Tajo. "Uf. Hola Tajo......Paso de largo que estoy cansada".
Extenuada y agotada llego a Cañamares.
Un cartel inclinado y una bar cerrado me anuncian que hay camping a la vista.
Entro asustada. Da más miedo que el otro.
Me atiende un jovenzuelo.
Caravanas desiertas cubiertas de plástico, un bosque, una furgoneta y un coche.
"Como ves, estamos tranquilitos" dice.
Le digo pues vale.
No pienso pensar y el miedo ya no me da miedo.
Cable de electricidad, por favor. 11 euros por pasar la noche y la advertencia de que los del camping se van a dormir a su casa y que si quiero salir por la mañana que empuje la puerta.
Vale.
Me pongo cerca de los dos coches.
En el camping somos 5, 400 árboles de mucha altura, unos columpios abandonados y una barbacoa oxidada.
Y desgloso a los 5.
Una familia de tres en una furgoneta, un chico en una tienda de campaña con cara de miedo y yo.
Me lo tomo con calma, respiro y me instalo.
Duermo verificando diez veces que todos los seguros están puestos, que las cortinas no dejan ver ni un poco de mi y con doscientas capas por frio polar. Y sobrevivo.

3 comentarios:

  1. Pal sur, Clara, hacia el sur!
    Sino, en vez de la Mancha y sus molinos te vas a encontrar con Moncho y los melones! ;-)

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  2. Qué envidia de viaje! Al menos con tus crónicas diarias es como si estuvieramos viajando...
    Aprovecho para felicitarte, qué? habrá fiesta hoy? ;)

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  3. Pedro gracias! Hoy es mi cumpleaños si, y ya ves, en Calanda y sin fiesta a menos que me una a los nazarenos. Pero mañana ya llegan los refuerzos y mi viaje en solitario llega a su fin asi que espero celebrarlo*

    Contenta de que te gusten los relatos.
    Un abrazo*
    Clara

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